Ante las señales de vulneración de principios que sustentan la democracia, compartimos este espacio de reflexión para reafirmar el valor de la independencia de los órganos del Estado, la alternabilidad en el ejercicio del poder y la protección de los derechos humanos, como elementos centrales de la vida institucional del país.
Un ejercicio ético de la política debería implicar esfuerzos reales frente a pecados estructurales que aún se expresan en niños con hambre, enfermos sin acceso a hospitales con atención de calidad, estudiantes sin oportunidades futuras, trabajadores sin seguridad o indígenas y campesinos amenazados con ser desplazados de sus territorios.