El problema de la autosuficiencia radica en la escasa producción de maíz, arroz y trigo, según expertos
CIUDAD DE MÉXICO, 5 de mayo.- Cuando una familia mexicana se sienta a la mesa, 57 por ciento de los alimentos que consume tiene su origen en nuestro país y 43 por ciento restante viene de fuera a un alto costo.
Al año, México invierte alrededor de 15 mil millones de dólares en compras al exterior para completar la canasta básica, una cifra muy cercana a los ingresos petroleros, lo que nos coloca en una posición vulnerable, de acuerdo con la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO, por sus siglas en inglés).
A pesar de que el país ocupa el decimocuarto lugar a escala mundial como productor agropecuario, también es uno de los grandes importadores de alimentos.
Nuria Urquía Fernández, representante de la FAO en México, puso como ejemplo el caso del maíz, un grano básico en nuestra dieta, del que se producen 21 millones de toneladas al año y se importan aproximadamente 10 millones de toneladas, “lo que genera una situación de dependencia”.
“Ningún país tiene soberanía alimentaria, ningún país produce todo lo que se come, todos los países, y en eso se basa el comercio, producen algo en lo que son buenos e importan otras cosas; lo que es muy importante es que el país produzca aquellos rubros que son estratégicos”, explicó.
La realidad es que en México compramos a otros países la tercera parte del maíz que comemos; la mitad del trigo, 80 por ciento del arroz y entre 30 y 50 por ciento del frijol, así como poco más de 30 por ciento de la leche en polvo que demanda la población.
Felipe Torres Torres, profesor del Instituto de Investigaciones Económicas de la UNAM, recordó que hace más de 30 años México perdió la autosuficiencia alimentaria, ya que en aquella época era más barato comprar los alimentos a otros países que producirlos nosotros mismos, una situación que se revirtió con el paso de los años.
“Nosotros estamos importando cantidades impresionantes, arriba de 80 por ciento de oleaginosas, de sorgo y soya principalmente, que van destinadas a la alimentación animal y a la producción de aceites, entonces, si bien es cierto que no son básicos, sí impacta en la producción de huevo, carne de pollo, carne de res, y ése es otro factor que indirectamente está vulnerando la seguridad alimentaria interna”, detalló.
La clave para salir de esta situación es aumentar la productividad; que rindan más las casi 22 millones de hectáreas de cultivo que existen en el país.
Luis Fernando Haro, director general del Consejo Nacional Agropecuario (CNA), dijo que lo importante es que en México existe potencial, ya que hay naciones como Japón que no tienen dónde producir más, porque ya no tienen territorio.
“En el caso de México hay un potencial para poder incrementar, no sólo la superficie sino aumentar los rendimientos”, comentó
La preocupación por superar esta dependencia alimentaria ya permeó en el gobierno federal, donde existe la meta sexenal de alcanzar la seguridad alimentaria, de acuerdo con Enrique Martínez y Martínez, titular de la Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación (Sagarpa).
“La FAO dice que un país puede hablar de que tiene seguridad alimentaria cuando produzca 75 por ciento de los alimentos que consume. En este momento nosotros estamos produciendo 57 por ciento; el objetivo en los seis años de la actual administración federal es llegar exactamente a 75 por ciento, para ser un país que tenga seguridad alimentaria para sus habitantes”, anunció.
Felipe Torres Torres, investigador de tiempo completo, opinó que México tiene todo el potencial para elevar la producción de alimentos sin aumentar la frontera agropecuaria.
“Yo creo que no es un sueño guajiro, hay todo el potencial, tanto técnico, físico, natural, como de capital humano para poder alcanzar no necesariamente la autosuficiencia alimentaria, en términos de producir todo lo que consumimos, pero sí de asegurar los factores críticos, donde está el problema de la seguridad alimentaria, que son los granos básicos, principalmente maíz, trigo, frijol y arroz”, afirmó.
De acuerdo con los expertos, uno de los primeros pasos que se deben dar para alcanzar esta meta es impulsar políticas públicas focalizadas, que atiendan a los diferentes tipos de productores que existen en el país.
Arturo Osornio Chávez, subsecretario de Desarrollo Rural de la Sagarpa, reconoció que hay que encontrar un balance para apoyar a un “sector bipolar”.
“Bipolar, entre comillas, donde tenemos agricultores de clase mundial, productores que quieren brincar al segmento empresarial y un amplísimo porcentaje de tierras temporaleras o pobres, de alta siniestralidad, con los que yo en lo personal creo que el Estado mexicano tiene una deuda histórica”, argumentó.
Las mejores políticas públicas deben poner al alcance de los pequeños productores semillas mejoradas, métodos más eficientes de siembra y capacitación.
Además de impulsar el perfeccionamiento de los canales de distribución y apoyar la construcción de bodegas rurales y caminos “saca cosechas”, para evitar que se siga perdiendo 35 por ciento de los alimentos que producimos, por falta de condiciones adecuadas de transporte o almacenaje.
El viraje en la forma de atender al campo mexicano también tiene que incluir el relanzamiento de la producción de fertilizantes en el país, ya que hoy compramos al exterior 95 por ciento de estos insumos vitales para la agricultura.
Otro punto importante es voltear los ojos hacia el mar y la acuacultura para diversificar nuestros hábitos alimenticios.
Guerrero es ejemplo de autonomía alimentaria
A pesar de todo y luchando contra todo, productores de maíz de Guerrero lograron aumentar el rendimiento de sus cosechas hasta alcanzar una producción de un millón 600 mil toneladas.
Hoy este estado, reconocido como uno de los más pobres del país, es ejemplo de cómo México puede recuperar la soberanía alimentaria.
Ventura Reyes Urióstegui, representante estatal del Sistema Producto Maíz, relató que hace diez años Guerrero no era autosuficiente y se abastecía del grano a través de Diconsa o comercializadores que lo importaban de Estados Unidos.
“Estábamos consumiendo maíz amarillo traído de Estados Unidos, en la mayoría de las localidades, ahora somos autosuficientes y ya se está consumiendo el maíz que produce Guerrero y tenemos excedente para vender al exterior”, indicó.
El secreto para alcanzar este “milagro” es la asistencia técnica y la semilla mejorada, algo que hasta ahora parece inalcanzable para la mayoría de los pequeños productores de temporal de nuestro país.
Justino Peñaloza Corona, campesino de la comunidad de San José Tasajeras, comentó que la semilla híbrida diseñada especialmente para la región permite tener un rendimiento de entre ocho y diez toneladas por hectárea, cuando anteriormente la semilla criolla sólo ofrecía una o dos toneladas por hectárea.
El despertar del campo en Guerrero se debió a varios factores: la creación de fondos de crédito por parte de organizaciones como la Unión Nacional de Trabajadores Agrícolas (UNTA) para acercar la tecnología a los campesinos, y programas federales como MasAgro, que brindan capacitación en técnicas más efectivas de siembra.
“Hay ejemplos muy claros de cómo con apoyo y políticas correctas las cosechas pueden aumentar”, destacó Álvaro López Ríos, secretario general de la UNTA.
Ahora Guerrero enfrenta otro tipo de problemas con el maíz, como la falta de bodegas para el acopio y la carencia de caminos para sacar las cosechas, así como el coyotaje y la especulación.