Hace 32 años las mujeres productoras del área rural de Tarija, comenzaron con” tejius” o “bordaos” como dice doña Ana Sanchez del Rosal de los Valles Altos en el famoso municipio de San Lorenzo. En esa época , 15 mujeres que comenzaron la Organización se reunían para Cocinar, hacer pasteles, empanadas, venderlos, crear un fondo y con ese dinero adquirir silos, un molino y otras herramientas necesarias para la producción de sus tierras.
Cuando hablamos de la tierra, los ojos de doña Ana se agrandan y con picardía de las tarijeñas dice bien clarito “mis tierras, mis sembraos . Entonces, con toda intención, le pregunto si esas tierras donde ella siembra están a su nombre y vuelve a remarcar que son sólo de ella porque son herencia de su mamá y del su papá, que ella las cuida para dejarles como herencia a sus 6 hijos (5 propios y uno de crianza), aunque actualmente ninguno vive con ella, todos se fueron de migrantes a la Argentina y trabajan en tierras ajenas. Se alejaron para encontrar mejores oportunidades y mantenerse lejos del padre, quien ni trabaja, ni valora las tierras de su esposa.
“Los compañeros algunos apoyan otros nos celan, es la malacrianza que tienen, a qué vas a ir a la reunión nos dicen, qué sacas de las reuniones nos dicen”. Así se refiere Martha, otra compañera que cuenta la reacción de los maridos cuando hablan de la organización Bartolina Sisa, quien cita a las mujeres productoras, campesinas a distintas reuniones y actividades relacionadas con el fortalecimiento de liderazgo y participación de las mujeres en la formulación de normas y políticas públicas para mejorar sus vidas. “Ya va a llegar el proyecto les decimos a los maridos. Muchos de ellos no participan en ninguna organización”. Cuando Ana escucha esta parte de la conversación dice: “Yo soy la única que participo, soy como marido y mujer, Todo tengo aparte, mis propios sembrados, la tierra es mia”
Para estas mujeres que producen los alimentos que consumimos en las ciudades, nada es fácil, enfrentan cotidianamente las torpezas del patriarcado que busca poner trabas y castigar toda osadía de avance en las mujeres, por tanto el que se preparen para ejercer liderazgo es insoportable para quienes, se sienten amenazados en su ejercicio de poder. Los machistas consideran una afrenta inaguantable que las mujeres, antes tan sumisas ahora ejerzan propiedad de la tierra y la hagan respetar con trabajo y papeles que avalen su esfuerzo. “El se va de tomadas, vuelve borracho y destroza todo, quiere quemar todo, con eso me amenaza”.
Otra de las amenazas es el sindicato que, por supuesto, conserva sus raíces machistas, por las que colocan todas las trabas posibles. Como ejemplo de ello encontramos también en Tarija que una de las productoras no puede acceder al agua para riego de sus sembradíos porque el sindicato la castigó luego que un trabajador al hacer adobes para su terreno, ensució el agua del pozo, ella hizo la limpieza, pero el sindicato le retrasa y retrasa sin razón, el levantamiento del castigo. “Ahora yo espero el agua del cielo nomás”, dice la productora sabiendo que el sindicato no acepta reclamos de mujeres solas.